"Lana era mucho más que su pelo de perfecto dorado y sus rizos a medio camino entre la Grecia clásica y el frufrú Maria Antonieta. Lana fue también un entrar y salir de las habitaciones, una especie de deslizamiento provocador y distanciado. Fue también un estilo de actuación que ella misma definió en su insuperable autobiografía
La Dama, La Verdad Y La Leyenda como una especie de acto vergonzoso; acto vergonzoso del que se liberó cuando vio cómo Vincent Price se divertía sobreactuando sin pudor en
Los Tres Mosqueteros. 'Me di cuenta_dice Lana_ de que yo tenía que conseguir eso en mi trabajo, divertirme con lo único que sabía hacer bien en esta vida, actuar'
.

Lana fue magistral en esos papeles de hembra que va transformándose de acuerdo con las circunstancias (...) y durante esas mismas transformaciones, ¡su peinado sigue siendo el mismo, su deslizarse entre las habitaciones continúa igual, su magnífico cuello elevándose por encima de todo, por encima del mundo!
(BORIS IZAGUIRRE)